¿Conocen a Andrés Soto en Tik Tok? Es la pregunta que más les hago a mis clientes en las últimas semanas, y es que muchos no siempre están al tanto de las redes sociales y los Insights que por estas “calles virtuales” nos permiten aprender más y mejor de las personas. Bueno Andrés Soto es un joven cusqueño muy orgulloso de su tierra y origen, sus videos están llenos de referencia a su entorno socio-cultural “mi choza” “mis ovejas”, “mi casa de adobe y paja”, “mi cielo azul”, “mi madre” y un inmenso etcétera. Los comentarios a sus videos están llenos de elogios a su actitud humilde y sencilla. Una hermosa demostración de una sociedad hoy que busca mayor dosis de autenticidad en medio de una vida rápida que nos había desconectado de lo esencial. Estábamos ante una sociedad pre-pandemia llena de edulcorante, consumo, exceso, fiesta y exceso de fantasía. Hoy, en plena cuarentena, de pronto volvemos a lo básico, a la reconexión con la esencia, al refugio en el hogar, y ciertamente a la reconquista de valores locales.
De la misma manera, algo que estamos viendo cada vez más en la “vida pandémica” es una apuesta por los comerciantes locales, los minoristas, las pequeñas tiendas y también los bodegueros… esta mirada que acaba de virar hacia lo cercano. De pronto necesitamos la seguridad de lo conocido, más que las grandes plataformas amplias, pero por lo mismo algo más “inseguras” o que suscitan el riesgo real o imaginado. Estamos en entornos de mucha sensibilidad y desequilibrio. Buscamos la seguridad en lo conocido, el refugio en aquello que tenemos cercano. La casa, las comercios locales y en general los buenos vecinos (que los hay) son el nuevo refugio de contención emocional. Nos hemos refugiado en la cueva… nuevamente. Lo de afuera es inseguro, lo de “adentro” es lo único que tenemos seguro.
Andrés Soto: Influencer de la Vida Real y Tik Toker (@andressoto88)
En el ámbito empresarial pasa algo similar. Muchas empresas pequeñas, mal llamadas “pymes” (reconozco que ¡detesto el nombre!) se han refugiado en sus equipos, en su gente, en las personas que además de trabajar muchas veces son consideradas parte de su “familia” pues han crecido juntos y han pasado adversidades juntos. Es una especie de refugio pero también un factor de motivación y resiliencia. Estas empresas “pequeñas” han demostrado mayor GRANDEZA que muchas otras empresas grandes que dispusieron cancelar contratos, despedir personas, entrar en suspensión perfecta o simplemente declararse en quiebra.
Entonces la pregunta emerge sola ¿Qué es ser pequeño en verdad? ¿Qué es ser grande?. De qué sirve el tamaño, cuando no sirve para proteger a los tuyos, ni para mostrar GRANDEZA en los momentos más importantes?. ¿Por qué seguimos etiquetando a empresas y colectivos en función de su tamaño y no su potencial, o mejor aún, de sus cualidades personales y competencias a nivel humano?. Es por eso que mi reflexión en pandemia tiene que ver con el cuestionamiento del tamaño y la afirmación de un estado de bienestar que no depende de un número, del tamaño de un bolsillo, de un número de cuenta o de una métrica.
Si algo ha cambiado en mi forma de pensar hoy respecto antes de la pandemia es en el concepto del tamaño. Los despidos masivos de algunas empresas grandes nos hacen ver que la verdadera GRANDEZA es independiente del tamaño. El Capital Humano es tan o más importante que el económico, y ciertamente es lo primero que tendríamos que haber protegido. Son las personas, el equipo, los locales, y la propia familia a quien debemos resguardar. Una verdadera GRANDEZA nos invita a ser humildes, sencillos, auténticos y muy fieles a lo nuestro. Como Andrés Soto, un grande.
Y tú ¿qué has aprendido en pandemia? Te leo!
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