Cristina Quiñones Dávila

Escribo esto cuando han pasado tres días de la primera vuelta electoral, y en el PERU se siente mucho dolor en las calles, mucha incertidumbre y stress. Sumado a la crisis sanitaria, y económica, emerge la pandemia política. El nerviosismo impera, también la inestabilidad.

Son momentos donde los nervios (y emociones) se ponen a prueba. En contextos de alta vulnerabilidad social, a veces sólo queda callar y seguir, pero a veces empujar y afrontar con desesperación tumbando todo lo que esté al paso. La inestabilidad es mayor a la propia racionalidad, y la gente opta por SOBREVIVIR, si sobrevivir a secas. Pero ¿Cuál es el panorama hoy y qué estarían sintiendo el ciudadanos de a pie?

En los últimos meses, que venimos haciendo investigación de INSIGHTS para diferentes proyectos en Consumer Truth, hemos podido notar hasta tres tipos de personas: los resilientes, quienes se ponen el problema al hombro, resisten con hidalguía y avanzan (a costa de todo y todos); los lábiles, muy expuestos al problema, derrotados o resignados por la tremenda carga de presión que esto supone; y los desconcertados que no saben realmente qué camino tomar y están dando tumbos, a veces sacan la cabeza y a veces la hunden. Es una situación realmente lamentable y muy doliente.

Son momentos de energías disminuidas, de esperanzas cortadas y de billeteras más estrechas, son momentos donde las personas tienen poca resistencia y mucha presión, y ciertamente esto agudiza nuestra percepción de las cosas.

En otro campo de acción, ya no las calles reales sino virtuales, observamos mucha confrontación, debate y conflicto. Se siente mucha crispación en twitter, tik tok Instagram y hasta linkedin, todos opinan a favor de una u otra posición política-ideológica y otros se le tiran encima, con una ferocidad y angurria que antes no había notado. Estas elecciones políticas han exacerbado al “animal salvaje” que todos tenemos dentro, al tanatos o instinto de muerte que nos lleva a querer “asesinar” políticamente a todo aquel que piense distinto, o cuya posición nos parece “amenazante” para nuestra muy mellada estabilidad. Cual lobos feroces saltamos al cuello, a querer degollar la opinión del otro, y más que atacar las ideas, atacamos a las personas. El país se encuentra polarizado, fracturado, escindido. De pronto los colores blanco y rojo han sido reemplazados por el naranjita, la ola celeste, el elmo morado, el verde ecológico, entre otros…no hay paz ni en las calles reales, ni en las virtuales.

De pronto el PERU se convirtió en una serie de tribus luchando unos frente a otros por una ansiada prosperidad que nunca alcanza a a llegar. Hemos pasado de una confrontación entre posiciones de izquierda a derecha, por un hartazgo de las clases más populares que, sin ideología o postura política definida, sugieren derribarlo todo: “somos los de abajo, y vamos por los de arriba”. Es la ley de la cueva: a ver quién es más fuerte y caza al mamut. Por otro lado, vemos una férrea crítica de las clases medias y acomodadas a resistir el embate con cierto desdén, minimización y hasta ninguneo hacia aquellos que protestan. “azuzadores”, “manipulados”, “terroristas”, “comunistas”, “ignorantes”… son algunos de los apelativos que, a diario, veo en redes sociales. Pero como bien lo señaló alguien en twitter “Aquí no ganaron los ignorantes, ganaron los ignorados” INSIGHT. Sí, ese conjunto de peruanos que perdió todo espacio de dignidad, esperanza y el ultimo resquicio de cordura.

Y si, ¿Quién podría sentirse a salvo en esta selva de cemento? ¿en esta jauría de lobos y corderos buscando comerse unos a otros?. Es difícil mantenerse cuerdo, vivimos entre la cordura y la locura, entre la izquierda y la derecha, entre los de arriba y los de abajo, y no terminamos de encontrar el medio, la ansiada estabilidad, el equilibrio, el balance, la verdad.

Estamos ansiosos de prosperidad, y llenos de maldad. Nos carcome el corazón, y solo nos urge patearlo todo, reventarlo todo. Finalmente, “alguien” tiene que pagar las culpas de tanta desesperación. No interesa si ese alguien es otro político, empresarial, vecino, amigo o “hermano”. Son todos responsables de esta sensación de incomodidad. Lo que menos podemos pensar es en una visión común. Rumbo al bicentenario nos es difícil encontrar una visión compartida que nos unifique como peruanos… solo podemos sentirnos, realmente fragmentados; o como dice Shakira ciegos, sordos y mudos.

Pero como psicóloga social y ferviente creyente en este país sí creo que hay una salida… tal vez no sea política, económica o sanitaria, pero si profundamente HUMANA. Si algo podemos hacer en estos días es ABRAZAR al compañero, alentarlo, proveerle una sonrisa, una ayuda, una caricia y una frase de aliento. Busquemos abrazar la inconformidad y encontrar valor de aprendizaje en ella. Esta pandemia política nos trae muchas reflexiones sobre el tipo de país que queremos, sobre la visión compartida, sobre los VALORES sobre los cuales queremos basar nuestra nación en el bicentenario. Podemos haber perdido la fe en los políticos pero no perdamos la fe en el PERU.

Son tiempos del fin del EGO y acentuación de la EMPATIA. Si los políticos no lo entienden, al menos, hagámoslo los ciudadanos. Es hora de poner el hombro, pero también el corazón, el bolsillo y toda la propia dignidad en salvar lo poco que queda de nuestra humanidad y demostrar que aún queda, ese resquicio de esperanza en medio de la furia. Hagamos que esta Pandemia Política tenga algo de cura.

Cristina Quiñones, 14.04.21

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