Cuando salió la campaña “Limaflores” pocos tenían alguna confianza en que Jorge Muñoz pudiera tener algún éxito como alcalde de Lima. Aparentemente un candidato (y anuncio) tildado de clasismo representaba una sátira gruesa de una sociedad arribista, cuando no, una mala estrategia. A la luz de los resultados, muchos nos equivocamos. El mensaje, si bien controversial y hasta debatible, nos trae algunas enseñanzas sobre las preferencias del elector limeño y su evolución, que me gustaría compartir aquí.
Soy Sanmiguelina de corazón, nací y crecí en el barrio de San Miguel, pero hace 15 años vivo en Miraflores, y quiero mucho al distrito. Es un distrito que atrae mucho a personas que no han nacido ni viven aquí. Su esencia turística, su vista al mar, el malecón, sus discotecas y bares llenos de vida, los parques, la limpieza y sobretodo su oferta cultural y de entretenimiento lo hacen ser considerados uno de los barrios residenciales más atractivos y por cierto, uno de los barrios donde la vivienda es de mayor precio (un indicador de su valor). Es la razón por la que yo y muchas personas lo elegimos para vivir, pero también la razón por la que muchas otras que no residen aquí lo eligen para pasear en sus malecones, para disfrutar la vista al mar, para asistir a sus bares, cafés, discotecas y/o restaurantes; para conocer sus parques y disfrutar un paseo en la Av. Larco o simplemente para curiosear. Justo hoy un taxista que amablemente me hizo servicio, y que vive en San Miguel, me lo comenta: “yo movilizo gente de todos los barrios de la ciudad todos los días y la cantidad de gente de Villa el Salvador, San Juan de Miraflores, San Martín de Porres y otros distritos alejados que quiere ir a Miraflores es inmensa, les gusta el barrio, van con sus parejas, con sus hijos, con otros jóvenes, pero van a Miraflores… a mi no me extraña que haya ganado Muñoz entonces”.
Tal vez uno de los mejores análisis de por qué el concepto comunicacional “Limaflores” resultó siendo efectivo lo encontré en el comunicador y antropólogo Nicolás Ortiz, quien escribió este interesante análisis sobre el resultado de la campaña: “Se habló desde el inicio del concepto (Limaflores) y tal vez se hable luego. Salieron las típicas críticas al supuesto clasismo, que son erróneas como siempre porque olvidan que Miraflores es el parque donde se celebran los triunfos de la selección, las playas de veraneo o el frente del mercado más simbólico de nuestra gastronomía. Por no decir parques reducto de la resistencia de Lima o escenarios de las novelas de Vargas Llosa; además del punto de inflexión contra la demencia terrorista en Tarata. O la inclusión que se respira en sus calles, muy distinto a San Isidro o San Borja, donde se concentran las discotecas gays desde siempre como un reducto de apertura y aceptación; además además de ser un lugar donde si puedes ver parejas gay tomadas de la mano. Y donde pasean extranjeros con comodidad… Esto no es por Muñoz obvio, tal vez sí por Andrade y por la esencia vecinal, inclusiva y cosmopolita de la mejor esquina que tiene la ciudad”.
La elección de los electores limeños: al centro hay sitio
No creo, por supuesto, que la sola campaña haya sido responsable del éxito de Muñoz a la alcaldía de Lima, pero sí que esta victoria nos lleva a pensar en una evolución en el electorado que es importante discutir. Esto se ve más claramente cuando analizamos las preferencias por los candidatos según distrito, según datos de la ONPE recogidos por el politólogo Ivan Lanegra donde vemos claramente que no son sólo los distritos de la (mal llamada) Lima Moderna, Lima Centro o Lima Tradicional quienes eligen preferentemente a Muñoz, sino también distritos de la “Lima Norte” (Los Olivos, San Martín de Porres, Comas, Independencia), como “Lima Sur” (Villa El Salvador) y “Lima Este” (San Juan de Lurigancho, Villa Maria del Triunfo). A medida que los distritos de Lima son más periféricos, la preferencia por Muñoz decrece.
Otros datos interesantes y sobretodo un análisis muy completo de las preferencias electorales hacia Jorge Muñoz en las elecciones municipales lo alcanza, Mauricio Saravia, investigador de mercados y psicólogo social de la PUCP.
- “De lo que va computado por la ONPE, el distrito que más contribuye con votos a Muñoz es Surco (aporta 9% del total de los votos que tiene, pero representa el 4% del padrón electoral). Le sigue San Martín de Porres (8%, y representa el 7% del padrón electoral)”.
- “Muñoz gana en todos los distritos de Lima, menos en El Agustino y en Puente Piedra (donde queda el mercado Huamantanga). En ambos gana por estrecho margen Urresti”.
- “Viéndolo por «Limas», la Lima central-tradicional-moderna-como-quieran-llamarla- aporta cerca del 40% del voto total de Muñoz (cuando son el 27% del padrón electoral). Los distritos del Este quedan en segundo lugar con 23%”.
- “Los distritos donde proporcionalmente arrasa Muñoz son Miraflores (68.5% de votos válidos) y San Isidro (68.3%, toma Velarde)”.
Estos datos son muy ilustrativos y revelan que la preferencia por el candidato Muñoz tuvo especial relevancia en distritos de la Lima tradicional pero que logró anclaje en distritos de la Nueva Lima que juntos aportarían el 60% de su voto total (Lima Este + Lima Norte + Lima Sur).
¿Qué revela la victoria de Muñoz sobre la psicología social del elector limeño?
El hecho que un candidato como Muñoz haya sido elegido alcalde de Lima nos revela mucho sobre los cambios sociales que experimenta nuestra sociedad. En particular nos sugiere que las etiquetas de clase/origen como «pituco» o «rico» podrían ser cada vez menos relevantes en comparación a otras dimensiones de honestidad o transparencia en un contexto de crisis moral en la política peruana. Aparentemente, los hechos de corrupción en las autoridades habrían dejado una profunda desazón o desesperanza en la ciudadanía, gestando extremo rechazo hacia candidatos con mínima sospecha o mancha en su trayectoria. Nos han puesto alertas o sensibles. Algo que podría explicar por qué finalmente la exculpación de Urresti en el juicio por el caso Bustíos no haya tenido el efecto rebote que él esperaba sobre su candidatura. Al contrario, la condena exculpatoria parece haber levantado sospechas y generar una apuesta incremental por candidatos que pudieran cerrarle el paso.
La victoria de Muñoz también sugiere que las características como origen, clase, raza o distrito de procedencia son cada vez menos importantes para un votante limeño como sí la trayectoria, educación, honestidad o propuesta (percibida, no real) del postulante. De hecho un candidato como Muñoz, que se le atribuía el hecho de ser “gringo”, “colorado”, “pituco” o de “candidato de los ricos” pudo ganar la elección siendo votado incluso en sectores de la Lima Emergente. La gente terminó apostando por aquel que consideró más preparado, honesto o quizás, de menor riesgo que otros.
Ahora bien, una atribución de clase social/origen acomodado asociado a una personalidad soberbia o quizás poca empática con la población genera rechazo (Barnechea y el chicharrón, por ejemplo) y un candidato criollo, de barrio y con calle sin pasado limpio o sospecha también genera la misma distancia (Urresti, Belmont). En otras palabras, la etiqueta social (“rico” versus “pobre”) es relevante para el elector hasta cierto punto, pero no definitiva. El ser percibido como más humilde, criollo o con calle no bastaría para ganar una candidatura. Tampoco el tener un origen privilegiado niega la posibilidad de gestar empatía o preferencia. De igual forma, la variable de sexo no basta para ganar una elección. Esther Capuñay ofreció durante toda su campaña el argumento de «Soy la única candidata mujer» o que debíamos elegir “El poder de la mujer”. La ciudadanía no le dio el respaldo y tal vez no por la mera razón de que tener un sexo u otro no asegura la honestidad o mucho menos la capacidad de alguien. Con todo respeto, no voto por géneros, voto por propuestas y programas. Tal vez muchos otros ciudadanos piensen igual.
Todo lo anterior nos lleva a pensar en una transformación del perfil del electorado, o como lo plantean algunos, de un “voto más racional” o “voto informado”. Me atrevo a pensar que es una combinación de desazón y miedo hacia candidatos de apariencia, tono, estilo más “carismático”, “populista”, “criollo” y una apuesta por la prudencia, el estilo más conservador, menos confrontacional y tal vez hasta más serio/sobrio. En el Perú de hoy cuesta fiarse de las formas, y parece ser más apropiado guiarse del fondo. Los escándalos de corrupción nos habrían vuelto más escépticos, cuestionadores y saludablemente más exigentes.
En suma, la elección de Jorge Muñoz como alcalde de Lima nos demuestra que la consabida «modernidad» no es exclusiva de las élites limeñas sino una ambición creciente de la Lima Emergente. La modernidad es un mindset de progreso, no una condición de clase.
Gracias!
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