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“Todo el mundo piensa en cambiar el mundo
pero muy pocos cambiarse a sí mismos”
L.Tolstoi
El día de las elecciones, mientras iba a cumplir con mi deber cívico, escuchaba comentarios en todo el camino hacia mi punto de votación, incluso al regresar escuchaba críticas en los medios de comunicación. Expresiones de desazón y conformismo sobre las gestiones anteriores, al igual de las actitudes de políticos y postulantes. Entre todas las cosas que escuché, fueron algunas las que me llamaron mucho la atención: “solo se preocupaban en llevarse la plata”, “no importa que robe, pero que haga obra”, “más vale malo conocido que bueno por conocer”. También percibí expresiones de resentimiento y defensa en otros sobre los servicios estatales y municipales; casi siempre responsabilizando y haciendo generalizaciones sobre diferentes instituciones y profesionales. “los médicos quieren ganar mucho trabajando poco y con poco interés en los pacientes”, “los abogados hacen las leyes a su favor… hecha la ley hecha la trampa”, “todos los peruanos son criollos y por eso no nos desarrollamos”.
Mencionar y acordarme todo lo que escuche sería imposible. Lo que sí recuerdo es el sentimiento que expresaba la gente en cada palabra y frase. La rabia contenida, la angustia, la desesperanza, el fastidio, el cansancio, la resignación y hasta el conformismo; como si la política peruana se tratase de una enfermedad incurable. Saber que la mayoría de políticos y autoridades que tenemos no son los ideales y están muy lejos de serlo. Saber que existen gobernantes que más allá de darnos un alivio o una renovación de fe para llegar a la transformación de nuestra sociedad; nos trasmiten inseguridad y cada vez menos credibilidad con el incierto del mañana. Saber, por las noticias, las artimañas de autoridades corruptas que una vez que asumen el cargo solo piensan en su propio beneficio. Me llevó a pregúntame si es nuestro destino resignarnos a todo esto.
Mientras caminaba, meditaba y sentía cómo los peruanos podemos ser tan fuertes, y tan débiles frente a hechos de corrupción. Todo lo que hicimos en el pasado parece alejarse cada vez más con esa actitud tan triste y conformista. Siempre se dice y se cree que los peruanos somos fuertes, guerreros, porque cuando teníamos las cosas en contra y las dificultades apremiaban, supimos surgir y hacer patria. ¿Dónde está ahora ese peruano pujante y luchador que no se rindió, el que ha sabido salir adelante, que ha logrado hacer de este Perú actual un mejor lugar para vivir? Parece haberse extinguido y ser conquistado por uno mucho más conformista cuando se trata de política.
Me pongo a pensar y siento que todo lo que alcanzó el peruano es un logro y crecimiento a nivel personal y de entorno familiar, no buscamos el bien y crecimiento en conjunto, no pensamos en los demás, en el Perú ese fue y parece que siempre será nuestro talón de Aquiles. Si no nos detenemos a buscar la ruptura del pasado con un presente más activo conscientemente; porque simplemente miramos nuestro bienestar en el entorno primario, no el colectivo; ni el bienestar de nuestra comunidad y país. No deseo llegar al radicalismo del pensamiento kantiano, pero deberíamos agarrar la sartén por el mango haciendo nosotros mismos el cambio, aquello que quisiéramos ver en el trabajo, comportamiento y actitud de nuestras autoridades; actuar en beneficio de nuestro país.
¿Porque nos complicamos pensando que necesitamos estar en la política para cambiar la política de nuestro país? Simplifiquemos nuestra visión si queremos que nuestra sociedad cambie. La clave es simple cambiemos primero nosotros mismos! No podemos seguir esperando que sean los políticos los únicos que lideren ni marquen las pautas para mejorar la calidad y la forma elegir a nuestros gobernantes, todos tenemos el deber moral de saber que si no accionamos hoy un cambio de actitud más comprometida con nuestro país, si no nos convertimos en trasmisores de valores, enseñando a los niños y jóvenes y adultos a emitir un voto más pensado y consciente no saldremos de esa desazón que nos aqueja y que podría convertirse en una enfermedad crónica.
Debemos tener el compromiso para seguir avanzando en crecimiento no solo económico, sino en valores, en actitudes positivas que logren un cambio en nuestra sociedad, solo podremos lograrlo con mentes preparadas, con honestidad y preocupación por conocer más de nosotros mismos, tenemos la responsabilidad en nuestras manos. No lo tiremos por la borda, pensemos que no debemos esperar el mañana, la acción debe empezar hoy en beneficio de nuestros jóvenes y niños, que serán los gobernantes del mañana. No esperemos que suceda algo grave para recién reaccionar, tomemos la iniciativa para empezar a derribar y curarnos del mal social que nos acoge… iniciemos con la ruptura de barreras y muros para tener una visión amplia y clara con valores y principios para ser más emprendedores y menos conformistas y resignados.
Krishnamurti decía: “No es saludable estar adaptado a una sociedad profundamente enferma. La verdadera revolución no pasa por cambiar la sociedad, sino por cambiarnos a nosotros mismos”.
¿Y nosotros? ¿Cuándo vamos a cambiar?
Gracias!
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