- Lima no es el Perú: La Evolución de la Revolución en el Sur - 14 Jul, 2021
Lima no es el Perú es una frase que ha tomado relevancia en nuestro contexto actual y que como Consumer Truth no podíamos pasar por alto y restarle importancia. Es por esta razón que decidimos realizar un Insights Hackaton “Lima no es el Perú”, un evento en el que participaron distintos Master Brains y talentos insighters de distintas regiones del país.
Nos dispusimos a desafiar esta mirada limeña y escuchar lo que otras regiones tienen por decir. Formamos 4 grupos; norte, centro, sur y oriente, trabajamos en equipos y develamos aquellos principales insights de cada región. Descubrimos que nuestro Perú tiene mucha riqueza y no solo de recursos sino de mentalidad. Tenemos en mente el valor que tiene cada región pero consideramos que hacía falta un espacio donde podamos expresarlo. La región sur contó con la presencia de 3 Masters Brains:
“Hay mucho más de lo que nos une que de lo que nos desune. Las diferencias nos complementan y nos hacen mejores”. Bernardo Suárez. Gerente General en La Ibérica.
“¿Qué nos une? ¡Nos une el coraje! No es pensar fuera de la caja sino dentro de ella”. Washington Astete. Gerente Regional de Cusco en Mibanco.
“Todos somos igual de peruanos, del mismo plato, pero tenemos diferentes recetas”. Charly Mendoza. UX Research Lead de Agora, Grupo Intercorp.
La región Sur contó también con la presencia de Alan Loayza Calderón, talento insighter, que desde la ciudad heroica de Tacna, nos cuenta su experiencia y apreciaciones en el siguiente texto:
El encargo de mirar hacia dentro conlleva una delicada responsabilidad, pues es costumbre mirar con ojos de juicio lo que pasa más allá de nuestra casa, ya saben mirar por la ventana sin disimulo para la descarga de penas y pesares, sin embargo, es también un tentador desafío que seduce en forma, llevando a fondo las inquietas mentes de quienes habitamos a este lado del Perú y eso amigos, promete una experiencia memorable.
Moqueguano de corazón, me ha tocado vivir en Arequipa 3 años mientras estudiaba en el Colegio Militar Francisco Bolognesi, luego de una tentativa en la capital, mi familia se estacionó en la heroica Tacna, en donde he vivido los últimos 20 años, entre pausas y mudanzas, el arraigo ha sido inexorable.
Esta suerte errante me ha permitido vestir con la idiosincrasia de estos destinos, su gente y la calle te muestran de inmediato de qué está hecha su historia y cuáles son las reglas de juego, ésas que te permiten quedarte allí para comenzar a descubrir su cultura a través de sus costumbres, las mismas que hoy pintan al sur de colores y sabor. Este sur que grita siempre en contra y se le entiende, pues los años han labrado surcos de injusticia que marcaron su identidad combativa.
Para entender al sur es necesario mirar atrás y para mirar atrás hay que hablar de gestas, las mismas que ya mostraban el fragor de una estirpe disconforme, José Gabriel Condorcanqui en 1780 lideró la primera y más grande rebelión indígena contra la colonia, Tupac Amarú II, como se le recuerda, inspiró a un buen número de patriotas a reclamar por justicia, 30 años después (1811) Francisco Antonio de Zela, proclama el primer grito de libertad en Tacna, pueblo que, en 1883, pasa a la administración chilena luego de la Guerra del Pacífico, regresando a la hereda nacional cincuenta años después, en agosto de 1929. Cerraremos este raudo recorrido por nuestra historia con la revolución arequipeña en 1955, protesta para recuperar la democracia de la mano del estudiante Francisco Mostajo. Como vemos el Perú ha gritado siempre, pero más fuerte en el sur.
Esta herencia cronológica podría justificar la actitud apechadora que ostenta este lado del país y es que el reclamo por recuperar lo que les pertenece por derecho ha sido siempre el impulso beligerante que también se aprecia en su corazón emprendedor, en su festejo estruendoso que acompañan los petardos para hacer sentir su jolgorio, reclamando en danza alegre sus calles, las mismas en donde gritan, pero también cantan.
Estos matices combativos se han transformado a lo largo del tiempo, hoy la gente lucha por hacer respetar sus valores familiares, pues la casta y casa se respetan, más aún cuando los abuelos, en su lenta narrativa, se encargaron de traspasar historias que crecieron en una sociedad de sobresaltos y de rituales ancestrales, de esos que se apoyan con fervor en la Pacha y en el Inti para augurios de esperanza y bonanza.
Esta sangre es la de todos, solo que aquí a veces hierve y otras veces endulza el viento que suena en sus quenas y zampoñas, porque la música también es expresión, expresión de la evolución de la revolución, la misma que renace con talento y las ideas.
Ideas como la de Julio Garay Barrios, nuestro ingenioso ayacuchano que hizo historia ganando el concurso, Una idea para cambiar el mundo, con sus galletas con hierro, poderoso aliado para combatir la anemia infantil o qué tal la brillante idea de José Adolfo Quisocala y su Ecobanco en Arequipa, modelo que inspiró a Disney para incluirlo en un documental, otra muestra de esta nueva revolución disruptiva es Renata Flores Rivera, nobel cantante Ayacuchana que a sus 20 años ha sabido fusionar el soul con versiones en quechua generando contenido que ha alcanzado notable audiencia en plataformas digitales.
Las omisiones para estos casos son imperdonables, por lo que me animo a nombrar a Pedro Ticona Salas, conocido también como el Da Vinci puneño, con más de una treintena de inventos patentados y su afición por el arte, justifican la comparación con el polímata italiano.
Es así que el sur sigue rugiendo, siempre buscando el reconocimiento, la justicia y la razón en sus actos, en sus líricas y manjares, cambiaron el grito por el canto, el puño se levanta para luchar contra el hambre, la protesta se ilumina en ideas que, estamos seguros, se comienzan a escuchar cada vez más fuertes y van sumando en unidad para construir el Perú que todos añoramos.
Este post fue escrito por Alan Loayza Calderón, Comunicador y Talento Insighter de Tacna que participó en nuestro Insights Hackaton: Lima no es el Perú.